Las emociones son respuestas psicofisiológicas que genera nuestro cuerpo ante cambios que se producen en nuestro entorno o en nosotros mismos.
Cuando la persona responde ante el estímulo, algo pasa a nivel cerebral que provoca cambios en el organismo.
La gestión emocional es pura química
Cuando sentimos una emoción como enfado, se segregan neurotransmisores concretos que provocan cambios en el organismo. En este caso, seria adrenalina, noradrenalina y algo de cortisol. Asimismo, en función de la emoción los niveles de energía son diferentes. Por ejemplo: enfado, rabia e ira tienen mucha más energía que tristeza. El cuerpo está más activado con las emociones más intensas y, por ello, hay que liberar esa energía.
Los humanos somos seres emocionales antes que racionales
En el cerebro encontramos tres capas cerebrales:
1. Cerebro reptiliano
Se crea a los tres meses de gestación y está relacionado con la supervivencia puesto que regula la respiración, la temperatura corporal y el hambre.
2. Cerebro emocional
El cerebro que siente, el sistema límbico y la amígdala. Aquí está el placer, la motivación… guía lo agradable o lo desagradable de las situaciones. Se desarrolla y cambia a lo largo de nuestra vida.
3. Cerebro racional
El más reciente, el que piensa, integra la información del resto de cerebros y está involucrado en la decisión. Es el córtex prefrontal. Es como “la torre de vigilancia” y está relacionado con las funciones ejecutivas. Aquí es dónde se regulan las emociones, es decir, autocontrol.
Las emociones son respuestas que nuestro cuerpo nos da ante situaciones. Estas emociones nos dan información sobre cómo debemos actuar ante lo que ocurre para darnos lo que nuestro cuerpo considera que necesitamos. Podríamos decir que son como una brújula interna que nos ayudan a adaptarnos y de la misma manera, conseguir mayor bienestar. Por ello, es importante prestar atención a las respuestas del cuerpo relacionadas con las emociones, porque así se conseguirá saber de qué emoción se trata y qué mensaje quiere trasladar. Si conocemos y controlamos las emociones, aumentará la autoestima puesto que si hacemos lo que el cuerpo nos pide para adaptarnos y conseguir mayor bienestar nos estamos escuchando, respetando, conociendo y valorando.
Las emociones primarias son las emociones básicas, las que sentimos de manera universal, en todas las partes del mundo independientemente de la cultura y la procedencia. Nos ayudan a sobrevivir, dirigir nuestra conducta y favorecer la relación de unos con otros. Nos sirven para defendernos o alejarnos de estímulos nocivos o, por el contrario, aproximarnos a estímulos placenteros o recompensas. Tienen como función mantener la supervivencia. Son las siguientes:
Todas las anteriores se reconocen a primera vista, se producen en un momento determinado y causan algún efecto a nivel fisiológico como aumentar el ritmo cardíaco, que se produzca sequedad bucal o que se tensen los músculos.
Las emociones secundarias surgen a partir de la combinación de las primarias, son más complejas puesto que son propias de la cultura. Se reconocen como las “emociones pensantes”. Por ejemplo, la vergüenza es una mezcla entre culpa y miedo. Éstas, no presentan rasgos faciales característicos ni una tendencia particular a la acción. También, tienen funciones adaptativas reconocibles. Por ejemplo, la ansiedad es la anticipación al miedo y motiva a prepararse para el peligro.
Hay un desacuerdo en cuanto a la clasificación, pero algunos autores coinciden en las siguientes:
Las emociones tienen una función muy importante para adaptarnos, guiarnos y conseguir mayor bienestar. Cuando no conectamos y las expresamos, se crea el caldo de cultivo perfecto para detonar de una manera “más fuerte” y “más sonora” para que les prestemos atención y, pueden presentarse en forma de trastorno mental.
Si te gustaría poder trabajar la gestión emocional propia, no dudes en hacer un primer paso y
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Paula Sánchez – Psicóloga colaboradora de Psicotet